El vendedor de alfombras y sus ideas que vuelan

Raimundo tenía toda una vida dedicada a las alfombras desde que su viejo y el viejo de su viejo comenzaron con el negocio hace tantos años atrás. Ahora que su abuelo ya no estaba y que su viejo se había jubilado, Raimundo era el encargado de llevar el emprendimiento a nuevos horizontes. Rai, ya lo venía pensando, pero esa noche mientras revisaba las cuentas de las ventas del día frente a la computadora, a punto de cerrar el local la inspiración le llegó, ¿Porqué no vender también alfombras voladoras?

Como Licenciado en Marketing no tenía mucha idea de como llevar a la realidad una tecnología tan innovadora. Tomó el teléfono intentando contactar a alguien que le ayudara a realizar tan impensable idea. Se le ocurrió llamar a Elon Musk. Llamó a un par de números que lo único que hacían era ofrecerle a ser inversionista en algún proyecto de actualidad, donde además, la explicación llegaba a través de robóticas e insensibles voces grabadas en inglés. Raimundo, se dio cuenta que necesitaba inversionistas también, y se puso manos a la obra para idear un plan convincente para ello.


Tiró una de sus alfombras favoritas a la mitad de la sala del local y encima se puso a escribir. Hizo un estudio de factibilidad donde demostraba como, en caso de hacer real su propuesta, las ganancias serían estratosféricas, él mismo ya se veía como el próximo Elon Musk. Imaginaba como en ese universo paralelo, sería más bien el sudafricano quien con admiración le buscaría para invertir en tan prometedora idea.

Generó estudio de presupuesto, objetivos a largo y mediano plazo, roles y planes de pruebas de vuelo. Pensando en como sería volar sobre una alfombra como en la que estaba sentado, redactó el perfil del piloto de pruebas que tendría que volar una de esas alfombras por primera vez. Fantaseaba en como él, después de pasadas todas las pruebas de seguridad pertinentes, llegaría un glorioso día vestido de gala para personalmente, encargarse de realizar el vuelo inaugural del inicio de la era comercial de las alfombras voladoras en el mundo. 

Cerrando los ojos sentado sobre esa alfombra casi podía sentir como el viento tiraba para atrás a su cabello, bastante real a razón del ventilador que había colocado al frente con dicho propósito. Raimundo pensaba en la satisfacción que tendría el poder volar y en cuanta gente podría hacer feliz al proporcionar dicha posibilidad. Imaginaba como podrían hacerse picnics en el cielo, en como serían necesarios semáforos en lo alto de los edificios para regular el tráfico de alfombras, en como tendría que ampliar su servicio de limpieza de alfombras para ofrecer algo más express, diseños deportivos para alfombras más veloces, alfombras a prueba de agua para la lluvia, la necesidad que habría de estacionamientos para alfombras, alarmas y GPS en alfombras, cascos con forma de turbante para volar en alfombras, filas de gente en alfombras para hacer compras de navidad queriendo comprar nuevas alfombras para regalar, seguros para alfombras, ¿Qué pasaría si alguien se cae?, la gente podría dejar de confiar en las alfombras, tendría que colocar cinturón de seguridad para alfombras, escuelas de manejo de alfombras.

Sus cavilaciones seguían y ya estaba algo preocupado pensando en hasta donde podría llegar cuando recibió la llamada de su mujer preguntando si estaba todo bien. No se había dado cuenta Raimundo de lo tarde que era, ¡las 4 de la mañana! 

Raimundo como despertando de un sueño, tomó sus apuntes de alfombras voladoras y los llevo dentro de una carpeta a la gaveta del fondo, ahí,  al costado de los informes de ganancias del año pasado le buscó lugar entre una carpeta que decía "alfombras reversibles" y otra con la etiqueta de "alfombras hidrofóbicas" y pensó - esto de seguro me va a servir algún día para las alfombras voladoras-.  Acomodó todo bien, echando un vistazo a sus diferentes ideas y recordando esas noches llenas de creatividad. Cerró la gaveta, apagó todas las luces, colocó la alarma y cerró el candado de la cortina del local guardando con tranquilidad las  llaves en su bolsillo y se fue corriendo, imaginando que viajaba en alguna de sus recién ideadas alfombras voladoras. 

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