El Crucero Pirata

Salimos como cualquier mañana en ese crucero Caribbean Lovley Ocean. Todo parecía de lo más bien, con los inconvenientes de siempre en la caldera y con los tripulantes turistas problemáticos habituales. El título del "vomitador" ya lo había adquirido el tripulante del camarote 565. ¡Pobre! no paraba de correr al baño o asomarse por la escotilla, ya en unos días se irá acostumbrando, y si no, tal vez en el próximo puerto considere desertar.

El aire era limpio, se lograba ver a lo lejos el horizonte marino con una claridad notable. Me pareció ver a estribor lomos de ballenas salpicando a lo lejos sus columnas de agua, seguramente a un par de leguas de distancia. La inmensidad del mar me es impresionante, cada que zarpamos me sigue sorprendiendo, eso y, además, en lo solos que nos encontramos cuando tomamos ruta. 

Cada noche había fiesta en el bar y el restaurant. Las primeras noches temáticas tendríamos al sensual Tango, pero para el fin de semana llegaría la ansiada "Noche Pirata", toda la tripulación participamos en esa representación debidamente disfrazados.

Esa noche no salí del personaje clásico, con mi parche en un ojo, una clásica pañoleta alrededor de mi cabeza y una barba de días sin afeitar, yo era todo eso junto a mi atuendo de ropa del siglo XVII rematando con unas botas gigantes, estaba listo. Durante las noches de disfraces en el crucero se daba la oportunidad de conocernos de maneras diferentes con las personas que veíamos todos los días ahí, alejados a cientos de kilómetros de la costa más cercana. Y entre disfraz y disfraz, hubo una figura que captó mi atención, una bella dama que no iba ataviada como cualquier pirata. Con un sombrero de triángulo y una máscara al estilo del "Zorro" estaba ella ahí, tomando un vaso de ron.

Me acerqué para preguntar si necesitaba algo, táctica que siempre funcionaba para aproximarme como tripulación de servicio, estaba acostumbrado a usar ese pretexto. Lo que me sorprendió es que me contestara sin vacilar que sí. Tardé un poco en reaccionar, me sorprendió que todo fuera tan fácil, avisté una conquista. Esa noche igual comprendí mi tonta ilusión. Desde el principio siempre son ellas las que eligen. Ella miró por entre su máscara y me tomó de la mano. Una mano demasiado suave para ser pirata. En cambio la mía, áspera como cualquier marinero acostumbrado a atar sogas todo el tiempo por babor y estribor. Se acercó a mi oído y me dijo:

- Tenemos tiempo hasta enamorarme, desde ahora y hasta entonces, la noche estará pintada de carnavales y risas...

Su voz me estremeció, me hizo sentir como un adolescente de nuevo, sin saber por donde comenzar a vivir. 

Sin más detalles diré que fue una noche soñada. No me dijo su nombre, pero me contó su vida. Me abrazó con tanta fuerza que desarmó lo que hasta ese momento pensé que eran mis fuertes brazos. Sus labios me quemaron dejando brasas por donde tocaban. Aluciné como si hubiese tomado varias botellas completas de ron. Al fondo de la popa en un solitario rincón que sólo yo conocía, disfrutamos del momento más íntimo. En esa trémula oscuridad alcancé a vislumbrar su rostro entero, difuminado detalle a detalle el contorno de sus facciones, alumbrados por el cuarto de luna que había esa noche.

Casi amanecía ya. Fue que en el momento más tranquilo, de mayor calma y satisfacción, cuando la sentía por fin más cerca mío, me miró y dándome un beso en la frente me dijo con una voz tenue que me pareció apenas un eco del golpear del oleaje en el casco del barco, levemente escuché:

-  Ese tiempo me llegó. Gracias.

Tomó sus cosas y se fue, dejándome con una gran exaltación en el corazón. Entonces me vino a la mente como habría sido algún barco mercante de la antigüedad al ser atracado de su tesoro por un barco pirata, varado en altamar, con un gran vacío interior y tan solo mirando las estrellas. Por primera vez, en lugar de ser el barco pirata, me sentí como ese barco mercante errante atracado, mirando el brillo de las últimas estrellas al alba. 

Comentarios

Entradas populares de este blog

El dilema de amig@, ¿dejar atrás la Friendzone?

Divagaciones atemporales: Dinero VS Tiempo