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Mostrando entradas de mayo, 2011

El orador

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Esa mañana era una fresca mañana de mayo. Singular y músical por la cantidad de aves que cantaban justo al alba. Me levanté como cualquier otro día, ésta vez era un vagabundo total. Había dormido en un colchón roido, sumamente espantoso; los resortes irregulares se habían quedado marcados en mi espalda ya para ese entonces frágil. Era una casa abandonada en el centro de la ciudad, con una puerta de madera de la cual quedaba la mitad y solo una parte del techo aún sin derrumbarse que me sirvió esa noche para mantenerme lo mas seco posible, pues había caído una extraña lluvia constante durante casi toda la noche. Ese día decidí en dar un paseo por los alrededores y me dirigí a una de las plazas que allí había, una clásica plaza de una clásica ciudad de aquel país. Al llegar me dí cuenta que había un concurrido evento, y fue cuando también me di cuenta que lo de las aves cantando y lo de fresca mañana había sido una ilusión de algún sueño lúcido mío porque no era tan temprano co