Serás mis "ojos brujos"

Libertad y Julio se habían conocido hace mucho tiempo. Esa tarde de invierno estaban, ya sin ningún vínculo laboral de por medio, en una de las mesas de  los tantos cafés que hay sobre la peatonal más importante de la ciudad. Se miraban a los ojos, expectantes y vacilantes a la vez, sin quitar la vista uno del otro. Quien les miraba desde fuera por el ventanal que daba a la calle podía notar con tensión que algo en cualquier instante estaba a punto de sucer. Julio había quedado casi sin respirar, con esos profundos ojos oscuros clavados en los ojos de Libertad, ¿Quién se atrevería a decir algo después de la reciente revelación? 

Libertad conocía a Julio de cuando ambos trabajaron para aquel simplemente llamado "El Café del Centro". Se conocían sus pormenores, por ese entonces habían logrado hacerse asiduos a charlas periódicas y cercanas, casi, se podría decir, llegaron a ser amigos. Julio admiraba y respetaba el trabajo de Libertad, ella era una gerente cabal, respetuosa y confiable, mientras tanto, el hacía la contabilidad. Julio además de trabajar para ese café le gustaba elegir alguna mesa y tomar algo de vez en vez en sus ratos libres. Fue ahí que en variadas ocasiones coincidieron e intercambiaron palabras. A Libertad le encantaban esos encuentros, y Julio no los pasaba nada mal también, sin embargo, Julio no parecía mostrar interés mayor en Libertad, mientras que ella, se contenía por demostrar el suyo. Aún así, Julio sobre todo disfrutaba de un detalle particular en esas amenas charlas, Libertad y él mantenían durante todo el tiempo posible un contacto avasallante de miradas. El valoraba toda la atención que Libertad le brindaba, mientras que ella, se perdía en la determinación de esos ojos oscuros y profundos que le hacían suspirar.

Se hacía de noche y el tiempo sin hablar ya se había prolongado demasiado. Fue entonces que Libertad, después de un largo rato de mirar fijamente a los ojos de Julio, lentamente comenzó a tomar sus cosas y decidiéndose a hablar le dijo:

- Julio, para ti yo sólo sería una más, pero para mi siempre serás mis "Ojos brujos"... gracias por mirarme así. Adiós.

Libertad le tocó la mejilla con la mano, tomó sus cosas y se marcho. Mientras Julio le miraba cruzar la salida del café sin tener valor para hacer algo, sintió como un golpe de memoria le sacudió desde los pies hasta la punta de los dedos de las manos. Libertad ya había usado esa expresión antes.

Fue justo aquel último día de Libertad en "El Café del Centro", aquella noche en que hacía su despedida. Ella había encontrado un puesto de administración hotelera en una ciudad turística del lado costero del país. Habían hecho una pequeña reunión junto a todos los empleados del lugar, incluso las personas que laboraban en el turno de la mañana estaban ahí, Libertad se hizo muy querida durante los varios años que estuvo a cargo, haciendo prácticamente resurgir el ahora exitoso "El Café del Centro".

Al despedirse de Julio lo hizo escurridamente, ya que éste como de costumbre, estaba cortejando a alguna nueva chica, proyectando como pasaría acompañado esa noche. Libertad le miró con desilusión y con un vistazo que intentó ser rápido mientras le pasaba por enfrente le dijo:

- Julio, siempre serás mis "Ojos brujos"... Adiós.

Julio quedó un poco desconcertado, vio partir a Libertad y desvió su atención de su conquista del momento atestiguando como Libertad cerraba por detrás la puerta del bar. Estuvo a punto de ir tras ella, pero logró reaccionar de su trance consiguiendo concluir su noche como lo proyectado, sin embargo, su mirada permaneció perdida, extraviando por cierto tiempo esa profundidad que le caracterizaba.

Fue así que después de tanto tiempo, esa tarde, por coincidencias del destino, en esa ciudad donde los encuentros por alguna razón se sucedían frecuentemente, se toparon. Julio la miró y Libertad al acto reconoció esos ojos abrumantes. Entonces con total decisión y sin quitarle la vista de encima a Libertad, Julio se acercó y le pidió que le acompañara a tomar un café como en los viejos tiempos, desde que ella dejó de trabajar en "El Café del Centro", no se habían vuelto a ver, hasta ese momento. 

Libertad tenía un rato libre y accedió a concederse un tiempo para volver a perderse en el hechizo de esos ojos que nostálgicamente recordó que añoraba. Dejaron sus abrigos cada cual tras su silla, se sentaron, dejaron sus celulares al costado derecho de cada quien y se pidieron un café, muy malo en esencia, por cierto, pero muy bueno en calor para esa temporada invernal. 

Fue entonces que después de las preguntas de rigor para saber como vagamente estaban, Julio le dijo acercando su mirada:

- Libertad, después de tanto tiempo y hoy que te veo siento que necesito verte más. Yo vivía otra vida en aquel entonces, no me di cuenta de lo lindo que me hacía sentir compartir charlas con alguien que no me apenaba en mirar directo a los ojos. Me gustaría saber si te gustaría nos volvamos a ver, que nos juntemos a tomar algún otro café, me encantaría reencontrarnos y... ver que puede pasar.  

Libertad lo miraba con la atención acostumbrada, sintió que algo se reavivaba dentro, un calor que le hacía ignorar la estación del año en que se encontraban, y, sobre todo, como esos ojos la embrujaban de nuevo. Se disponía a hablar con renovado entusiasmo cuando, de interrupto, comenzó a sonar el celular de Julio, al cual él, apagó apresuradamente. Libertad vio como en ese ansioso gesto, el brillo de los ojos de Julio se apagó por un momento. Entonces suspiro profundamente y se quedó mirándole, lenta y apaciguadamente un largo rato. Volvió a suspirar, y para sorpresa de Julio, Libertad comenzó a tomar sus cosas, levanto la mirada y le dijo:

- Julio, para ti yo sólo sería una más, pero para mi siempre...


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