No aprietes el botón de la cama


El lado oscuro del corazón... está ahí, no desaparece, porque es tan corazón como su cara brillante. Porque el corazón habla y reclama, llora y es sensible a la vida; pero también puede llegar a odiar, a desear mentir y engañar. Puede querer desaparecer y volverse una isla, lejos de todo contacto con cualquier tipo de mano cálida. Puede desear destrucción de corazones ajenos, puede no desear nada.

"Ahí estábamos, sin apurar..  buscando darnos la oportunidad, no darlo por perdido, no apretar el botón de la cama, ese que activa la trampa y tira al abismo... a donde se va lo caído: al olvido. Apenas te conozco, apenas he mirado por el interior de tus ojos y voy descubriendo el color castaño que ocultan bajo la sombra. Me he detenido a saludarte y perderme por un par de centésimas de segundo en la suavidad de tus manos. El rose mejilla con mejilla hace que valga la pena la falacia del amigable simulado beso."

Ante una primicia así, cualquiera puede pensar que sufro de un enamoramiento express, o como coloquialmente se dice por quienes han visto demasiadas películas de comedia romántica: "amor a primera vista", cuánta basura nos han inculcado. Lo malo de estos enamoramientos express es que uno puede interpretar cualquier insignificancia como una señal inequívoca de que estamos siendo considerados de la misma manera por nuestra contraparte: "Vagabundo, ¿realmente crees que alguien se fijaría en ti, así como así, con esas fachas?, por lo menos te hubieras peinado hoy", seamos realistas, dejemos vivir en el imaginario. 

La mayoría de estas veces no pasa nada. Pero otras de estas veces, puede ser en alguna singularidad del universo que logremos por fin el encuentro, el choque estelar que nos haga perdernos, y así, formar parte de un mismo sueño con alguien por siempre, sinceramente, las menos, y por siempre, menos. 

A veces apenas llegamos con ese alguien a algún encuentro cercano. A veces nos da por encontrarnos, desencontrarnos y empujarnos al abismo indiferente del borde de la cama, justo ahí, al borde de caer para no volver. A veces nos quedamos a vivir ahí, a disfrutar de la agonía del desahucio, de la melancolía, del sufrimiento y la bronca de querer por alguna válida o también probable inválida razón, mantener una relación. 

Pero si por una de esas casualidades, uno de esos azares imposibles, ese cruce de caminos, ese frío inextinguible, esa necesidad implacable, fortuitamente, llegamos a acercarnos con alguien, espero que cada cual lo piense por lo menos un poco, y no apriete así nomás, el botón de la cama.

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