Un viaje, una sonrisa y un adios... 3a. parte: Simplemente adiós...



Regresando y concluyendo... para variar otra historia en trilogía.

Hace algún tiempo me di cuenta que las historias nunca son perfectas, bueno, por lo menos perfectas en la manera que se nos ha enseñado que lo son. En la tele en esas historias de tragicomedia romántica, siempre hay un patrón que se sigue: se conocen, se medio odian, luego se entienden, se dan cuenta que se aman, lo dudan, regresan y viven felices para siempre. Yo no se hasta que punto este patrón se sigue en la vida real, pero definitivamente en esta historia no lo siguió, por lo menos no en todos sus apartados.

Ella y yo nos conocimos, luego nos entendimos. Cuando el momento de despedir se acercaba, alcanzaba a vislumbrar como en su mirada había algo que no me decía, pero que ya sabía, era la resignación a un forzado adiós. Era la melancolía de algo que se queda a mitad del camino, era sin duda un reflejo de mi propio semblante. Sentía que la iba a extrañar, con ese impetu adolescente otra vez. Otra vez sin razón me di cuenta que la razón ya no estaba jugando ningún  otro papel mas que el de recordarme que el tiempo se estaba acercando.

Recuerdo que ya era el ultimo día, por la mañana me levanté con unas ganas tremendas de verla, y cuando la vi,  me di cuenta que podría ser la última vez, me estaba dando por vencido sin siquiera empezar a pelear y me di cuenta, que ella también. De repente ya no parecíamos tan amigos, como si no quisieramos ya platicar, pero en realidad solo era una tonta justificación de no quererse encariñar más en el último segundo.

Justo iba por mis cosas, la mochila y algunos recuerdos del lugar, todo estaba listo. Con una inspiración que parecía apagada le comencé a escribir, ya no recuerdo si fue canción, acróstico o poema lo que en alguna hoja de papel improvisada escribí. Solo recuerdo que fue sincero lo que le intenté decir, con palabras tontas trataba de expresarle que era importante para mi, pero nada más, ni promesas ni agendas para un próximo encuentro, con miedo de seguir escribiendo terminé prematuramente diciendo "adiós". De nuevo inventé un sobre con otra hoja de papel, introduje la primera y fuera solo escribi: para ella.

Con todos los preparativos listos de mi parte para partir, decidí visitarla para despedirme, fui hasta su habitación, toqué y ahí estaba ella, me miró con un dejo en su mirada, lo suficientemente claro como para saber que era una despedida. Intenté reciclar las palabras de mi carta pero no pude, simplemente la abracé y sus manos correspondieron a mi abrazo posándose sobre mi pecho. De nuevo mi intento de habla se ahogó, pero esta vez se transformó en un suspiro que se convirtió en pretexto perfecto para ese último beso, nos acercamos tanto, sino hubiese sido por la inocencia que aun estaba presente en mi en aquella edad, seguro hubiéramos hecho fuego en esa habitación, sin embargo se quedo en ese beso, en manos que coquetearon superficialmente con los cuerpos del otro y en respiraciones con palpitares acelerados, simplemente recostados en una cama por encima del edredón. Nos abrazamos, nos miramos al espejo y nos guardamos una postal en nuestra mente. Nos tomamos de la mano y yo la fui soltando conforme me alejaba, aferrándome hasta el ultimo segundo, hasta al final dejarla ir. Y fue la última vez que le vi.

Solo fue adiós, yo partía, y ella lo haría en un par de horas. Regresaríamos  a nuestros lugares y nos olvidaríamos, solo para reaparecer en inconscientes impulsos de nuestra memoria en momentos de debilidad. Iba ya en el autobus que me regresaba a mi lugar de origen, cuando en la bolsa de mi abrigo encontré, como cliché de pelicula cursi de San Valentín, una nota que decía: para él. Con las palabras exactas parecía estar escrita, de manera corta y concisa, mis mismas razones, pero con las suficientes palabras, ni mas ni menos. Despidiendose no con un "adiós", sino con un "te quiero".

El tiempo pasó, un par de cartas, un par de correos electrónicos, y la pista se perdió. No sé porqué no tuvimos el valor tanto ella como yo. Tal vez se quedó esperando mi acción y yo me quedé esperando la señal de mi accionar. El tiempo ha pasado y no he olvidado, porque me gusta recordar, pero claramente es una historia que ha quedado atrás. Tal vez por joven, tal vez por creer que el tiempo nunca te ha de atrapar, viviendo siempre corriendo, de alguno a algún otro lugar. Y la historia concluye así, sin secuelas mayores, sin lágrimas de más ni actos heroicos que nos salvaran, simplemente fue un adiós. El fuego de juventud se encendió así, dejándome una increíble experiencia, por algo que ocurrió en el momento y edad correctos; un sentimiento nostálgico, por ese recuerdo que se queda y se hace parte de ti; y el haber conocido a una gran persona, de personalidad que encanta y con una sonrisa me hizo temblar. Quien sabe que hubiera sido, pero para ese supuesto, harán falta muchos más viajes, a donde apunte el zapato e improvise la ocasión, quizá...

Comentarios

Entradas populares de este blog

El Crucero Pirata

El dilema de amig@, ¿dejar atrás la Friendzone?

Pan de casa, como no decir nada pero decir algo