Novia, te presento a mi amiga; amiga te presento a mi novia. Parte 1

No he acostumbrado jugar con las personas, pero los sentimientos encontrados me han hecho intentarlo inconscientemente, hasta llegar a un extremo que puede parecer ridículamente extraño. Y sobre todo ridículamente impensable para un casanova consumado en las artes de la conquista múltiple, pero normal para un inexperto y reservado individuo "víctima" - entre comillas porque por lo menos en este caso no se es víctima en realidad, en todo caso sería más como un ejercicio de suicidio consiente de las consecuencias que esto puede conllevar - de las circunstancias.

Era un tiempo de bonanza en la soltería, en el que me gustaba disfrutar de algunos excesos. Uno de ellos de inocencia expresada era el de conocer más y más chicas. No era yo un Don Juan, físicamente nunca me he considerado de facciones desagradables, pero tampoco me considero algo digno de llamar extraordinario. Mi personalidad sociable, y mi sentido del humor habían cautivado a más de una dama interesante, en donde no había distinción entre chicas de mayor o menor edad, curiosamente casi nunca de mi misma edad, pienso que con el paso de los años la edad se vuelve un parámetro cada vez mas subjetivo e incierto para poder definir la afinidad entre las personas, basta con decir que conozco niñas de treinta y tantos, y mujeres que apenas alcanzan la mayoría de edad rozando las 18 primaveras.

No me gustaba relacionarme demasiado, no estaba yo en búsqueda de nada serio, después de haber pasado una larga temporada en mi anterior relación amorosa, estaba dispuesto a tomar un pequeño receso merecido y pensármela un poco mejor antes de meterme en líos de esa envergadura, desde entonces ya pensaba que vagar era una opción a tomar en cuenta.

En eso estaba, cuando sin avisar, como ola que te toma descuidado contemplando la playa o las palmeras cuando le das la espalda al mar, conocí a María.

Una tarde cualquiera de vagancia por el centro de la ciudad, en un café al aire libre ella estaba disfrutando de su bebida a la vez que hacía algún malabar con su celular, algún mensaje de texto o chat, pensé. No había mesas desocupadas y pensé: "sólo quiero un lugar para leer tranquilo". Volteé a ver el lugar desocupado de esta chica que me causo cierta curiosidad, y lo que rara vez me había atrevido  a hacer, le pregunté si estaba ocupado el lugar, a lo que ella contestó que no. Mi pregunta siguiente fue si había inconveniente en que me sentara ahí para compartir la mesa y leer un poco,  lo que contestó nuevamente que no. Ella apenas levantó la mirada por encima de sus lentes de chica intelectual, pero lo suficiente para hacer un barrido rápido y dejar que me diera cuenta que no le había sido del todo indiferente.

Estuve sentado un buen rato, leyendo mi libro, ella siguió con su celular y de vez en cuando cavilaba mientras daba un sorbo a su café. Yo de vez en cuando la miraba de reojo tratando de disimular que la veía. De repente una pregunta natural solo para romper el hielo se me escapó: "Es bueno el café de aquí ¿verdad?", ella contestó : "No más que el del café de aquí a lado o el otro". Pensé que mi pregunta no había tenido el efecto deseado pero aproveché para cambiar el tema preguntándole  "Ah, entonces vienes seguido por aquí, ¿me permitirías invitarte un café la próxima vez, de cualquiera de estos cafés, al cabo son lo mismo", le sonreí ligeramente y por fin, una sonrisa de vuelta que selló esa invitación.

Persona interesante pero nada fuera de éste mundo, más bien con un sutil toque común que por alguna razón la hacia resaltar de entre las demás, no tan común al final de cuentas, pensé, así que me animé a empezar a salir con ella después de algunos cafés más.

Una relación sin contratiempos, sin problemas, pero también sin grandes emociones, muchas veces es difícil llevar una relación así. La gente dice que se cansa de la costumbre, yo pienso que es gente que esta acostumbrada a hacer cosas aburridas. Sin embargo, María resultaba ser una gran persona, platicas amenas y paseos por senderos que parecían acortarse cada vez que los transitábamos.

En eso estaba, cuando sin avisar, como ola traicionera que te toma descuidado cuando te estas recuperando de un revolcón, conocí a Ana....


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