El orador



Esa mañana era una fresca mañana de mayo. Singular y músical por la cantidad de aves que cantaban justo al alba. Me levanté como cualquier otro día, ésta vez era un vagabundo total. Había dormido en un colchón roido, sumamente espantoso; los resortes irregulares se habían quedado marcados en mi espalda ya para ese entonces frágil. Era una casa abandonada en el centro de la ciudad, con una puerta de madera de la cual quedaba la mitad y solo una parte del techo aún sin derrumbarse que me sirvió esa noche para mantenerme lo mas seco posible, pues había caído una extraña lluvia constante durante casi toda la noche.

Ese día decidí en dar un paseo por los alrededores y me dirigí a una de las plazas que allí había, una clásica plaza de una clásica ciudad de aquel país. Al llegar me dí cuenta que había un concurrido evento, y fue cuando también me di cuenta que lo de las aves cantando y lo de fresca mañana había sido una ilusión de algún sueño lúcido mío porque no era tan temprano como parecía, casi eran las doce del medio día, con razón había tanta gente ya reunida. 

Había un toldo de gran tamaño que cubría prácticamente toda la explanada y ahí se encontraba la gente, porque a pesar de la frescura que había provocado la lluvia en madrugada, seguía siendo un día de primavera caluroso, y poco a poco el sol comenzaba a imponer su poderío. Escuché helicópteros pasar y parecían espectantes al lugar donde nosotros nos encontrabamos. Era un mítin normal como cualquier otro, sin embargo parecía que esta vez los manifestantes se estaban organizando de una manera singularmente diferente, en lugar de estar lanzando refriegas a los 4 vientos, había una mesa en la tarima donde los personajes que ahí estaban platicaban a manera de conferencia, o ponencia o algo así, siempre me costó definir que tipo de exposición era, sobre todo cuando veía algo tan organizado, de repente hasta parecía debate. 

Un personaje de ahí me llamó la atención en particular. Se dirigía a sus acompañantes en la mesa y hacia la audiencia de una forma directa, confrontando siempre la mirada, haciendo aluciones con los brazos que volvían emotivas las palabras que predicaba, suficiente incluso para que un transeunte como yo que solo iba ahí de paso, me detuviera a contemplar la escena.

De un momento a otro comencé a escuchar gritos, la gente comenzó a apretujarse y acorrer de un lado a otro, como dispersándose, no se veía hacia donde iban, porque todos corrían en direcciones diferentes, pero si se veía de donde estaban huyendo, me di cuenta que había de ese comando de policías especiales granaderos o anti-motines que venían escarmentando a las personas. El orador que llamó mi atención inmediatamente se paró y tomo el microfono intentando poner calma, hablando tanto con la gente que corría como con los policias que se habian desencadenado en una frenética persecución de cuanta persona se pusiera en su camino, por suerte no traian armas de fuego pero con la fuerza que aplicaban con sus macanas no era necesario imaginarse mas violencia, parecía que la orden había sido, golpear a cuanto ser vivo esté a su alcance, digo ser vivo porque golpeaban incluso arboles y ya había un par de perros callejeros tirados y agregando sus chillidos al tumulto víctimas de algún sádico macanazo. 

El orador bajó y lucho contra corriente, llegó hasta la ola de policias y trato de hablarles fuerte, aun con el micrófono inalámbrico en la mano, empujó a un oficial y en seguida recibió el primer macanazo, parecía que habían identificado a su objetivo, el orador se dió cuenta al igual que todos nosotros como de un momento a otro los policías se tornaron hacia él, la cantidad de gente era mucha y el caos para ese entonces era mayor. El orador aprovecho el mismo caos que quería detener para darle la vuelta a un oficial y salir por un recoveco y dirigirse hacia los edificios que rodeaban la plaza. Curiosamente de repente dio un giro inesperado que confundió ligeramente a sus perseguidores y tomó camino hacia donde estaba yo. Yo estaba al lado de un portón abierto de uno de los edificios. El orador se dirigía hacia ahí y parecía que uno de los policías lo alcanzaba, no se que me impulsó a hacerlo pero justo después de que el orador pasó yo metí el pie y el oficial cayó estrepitosamente. El orador se metió en la puerta del elevador que estaba coincidentemente abierta, yo me quede petrificado y volteé hacia él. El orador detuvo la puerta que se cerraba y me dijo "amigo, entra!" no se porque le seguí.

Al cerrar la puerta del elevador, presionó el botón del último piso, y me volteó a ver para decirme "Seguro en algún piso ya nos estarán esperando".  Nos echamos al piso y estuvimos platicando. El orador de vez en cuando apretaba los botones del elevador para mantenerlo en movimiento, creo qeu los policias que nos perseguían eran muy torpes porque nunca daban con nosotros. Me platicó de ideas pequeñas y de como pensaba hacerlas grandes, de gente sencilla y de como el poder le parecía el autentico culpable de tantos males, yo asentía con la cabeza  y lo dejé hablar porque me dí cuenta que él había encontrado un momento de tranquilidad después del alboroto. 

Creo que no fue demasiado tiempo el que pasamos ahí, no se porqué le caí bien, tal vez porque no esperaba encontrarse con un vagabundo lúcido y tan joven, me agradeció el haberle ayudado con el policía. Justo hablabamos de eso cuando al abrirse la puerta esa vez varias manos detuvieron su camino de regreso entraron y tomaron al orador por los brazos para reincorporarlo y llevárselo. A mi apenas me miraron, el orador se despidió de mi haciendo una mueca. Pude ver como uno de los policías que llevaban al orador, uno era al que habia yo tirado, tenia un raspón en la mejilla derecha que parecía haberse hecho con una lija, ni siquiera me miró, parece que no se dió cuenta ni con que había tropezado. A mi solo me dejaron allí y se fueron, yo después de un rato también me fui.

No se que fue del orador pero me parece que logró escapar, sin embargo ahora ya no puede andar en cualquier lugar sin temor a que lo puedan atrapar. Hasta donde sé sigue practicando lo que en ese elevador me platicó, participa en reuniones, paneles y mítines. Aprovecha el poder de las palabras para acercarse a la gente, aunque esté alejada del lugar sigue atrapando con su mirada directa. A que le temían, de un lado atacando con violencia y del otro solo con el poder de la palabra, creo que para el poder de la represión no sigue habiendo fuerza más grande que se oponga que el poder de la palabra que se razona, que crece y se vuelve ideas. El orador sigue en planes de algo, lo sé porque me platicó, ya el tiempo lo dirá... a donde apunte el zapato e improvise la ocasión.

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